Cumplimos 28 años...
y en 28 años ¡seguimos cumpliendo!

10 feb 2014

Sin Tapujos, Febrero 2014

Todos nos preguntamos qué está pasando. ¿Por qué en los últimos lustros ha habido tanta violencia en México y en muchos países de América Latina? ¿Por qué nos es casi imposible confiar en un vecino o en un compañero de trabajo? Hace veinte años ya había inseguridad en algunas ciudades, pero en la actualidad ciertas publicaciones nos hacen llegar imágenes que dan cuenta de un odio y un miedo crecientes que a menudo nos hacen pensar en una cruel película de terror. Sin duda, todos tenemos un grado de responsabilidad en lo que ocurre porque hemos olvidado un concepto básico que debe jugar un papel central en nuestra vida diaria: “respeto”. La frase emblemática del Benemérito de las Américas, Benito Juárez, “el respeto al derecho ajeno es la paz”, no solo no ha perdido su actualidad sino que se revela como la panacea más efectiva para solucionar todos los males del país. Pensemos un minuto: ¿cuáles son los derechos de las personas, los que a diario son violentados por la sociedad? Un ser humano tiene derecho a un techo y una cama donde dormir; a comer tres veces al día alimentos altamente nutritivos; a vestirse dignamente y poderse abrigar de manera adecuada en tiempos de lluvia y frío; a ser independiente y libre; a contar con servicios de salud sin que esto implique sacrificar sus necesidades básicas; a vivir tranquilamente y en paz ¡Cuántas personas carecen de una casa en donde puedan pasar los días fríos o en la que puedan guarecerse de las tormentas e inundaciones! Al violentar el derecho de los trabajadores y sus familias a adquirir con facilidades una vivienda digna –al no otorgar las prestaciones de ley—no puede existir el respeto al derecho ajeno y, por lo tanto, es imposible que haya paz. Esta situación se ha sostenido durante muchos años de modo que ahora nos encontramos ante una explosión de impotencia y coraje que muchas veces culmina en crímenes terribles. Nuestro derecho a vivir con tranquilidad se le niega a mucha gente en muchos lugares.
Pero, a diferencia de lo que podamos creer, la violencia no es únicamente el fruto del bajo valor que se le da al esfuerzo cotidiano de la gente, sino de todos los pequeños actos que reflejan que hemos olvidado el respeto a los otros. Hace algunos meses, en un estacionamiento local, una joven estacionó su motocicleta en un lugar para automóviles. Un automovilista le preguntó por qué había ocupado ese espacio, que no le correspondía. Ella simplemente contestó: “Porque me dio la gana”. Esto es equivalente a decir que no nos interesan los derechos de los demás y nos unimos a la violencia. Y al mismo tiempo, porque se le da la gana a alguien más, esta mujer no tiene derecho a una educación de calidad ni a un empleo que le permita tener un carro. Este es un círculo vicioso del que no vamos a salir a menos de que respetemos los derechos de los demás en cada detalle, a cada momento. Respetemos los derechos de los niños a ser felices y a desarrollar su potencial de la mejor manera a pesar de todos los problemas que tengamos; la creatividad y los deseos de superación de los jóvenes; las creencias y la condición de las personas; a los ancianos y a los que piensan de otra manera. Si no lo hacemos, no podremos exigir respeto de otros más poderosos; es decir esta es nuestra arma contra todos los problemas sociales y económicos, y esto no se puede dejar a un lado.

Por: Lourdes Rangel

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