“Resplandores”, pequeña muestra de pintura y fotografía de la Delegación Península de Yucatán de la SOMAAP, del 20 de diciembre de 2013 al 16 de febrero de 2014 en el Museo de la Isla de Cozumel
Entre nosotros hay un artista alto, vestido de negro y verde que contempla los muros del Museo de la Isla como si solamente conociera el mar. Se llama José Luis García, y viene a Cozumel en representación de los pintores y fotógrafos de la Delegación Península de Yucatán de la SOMAAP. Estos artistas reunieron treintaiún obras de temas y técnicas distintos que ilustran la diversidad del arte peninsular de estas primeras décadas del siglo XXI: “Esta muestra comprende trabajos de autores con una trayectoria reconocida, como Mario Reyes, uno de los grandes nombres de la pintura y el grabado mexicanos, y muy cercano a personajes como Diego Rivera y Francisco Toledo; sin embargo, también incluye obra de artistas como Emilio Suárez, que explora el arte-objeto sin dejar de lado la autenticidad”, explicó José Luis García al concluir la inauguración del evento.
La SOMAAP (Sociedad Mexicana de Autores de las Artes Plásticas) cuenta con treintaitrés años de existencia y surge con el fin de proteger los derechos de autor de los artistas plásticos. Esta sociedad ha sido impulsada por David Alfaro Siqueiros, Rufino Tamayo o José Luis Cuevas, entre muchos otros; y se encuentra afiliada a la Confederación Internacional de Sociedades de Autores y Compositores, con sede en París, Francia. En el sitio internet, se lee la siguiente frase, con la que probablemente Juan Rulfo o Silvestre Revueltas no estarían de acuerdo: “La SOMAAP ha existido y sobrevivido, durante más de 30 años, convencida de que la obra plástica es el elemento cultural y artístico más importante de un país. No solo porque refleja su realidad, su estado político y social y su carácter, sino porque el mundo entero capta y conoce la riqueza de un país a través de sus imágenes”. Todas las expresiones artísticas enriquecen a una nación, la forjan, la construyen, y hacen que los pueblos se enorgullezcan, se consoliden y luchen por mantenerse dignos. Al mismo tiempo, la SOMAAP combate la inclinación de algunos sectores de la sociedad por ver el trabajo del artista como un producto comercial con fines exclusivamente decorativos. “El arte debe estar comprometido con su tiempo”, declaró de manera contundente el pintor. “El objetivo del artista no debe ser darle gusto al burgués sino dar un rumbo a la sociedad. El arte da sentido a la existencia, porque es la representación más alta del ser humano. El pensamiento crítico que cambia al mundo no existe sin la creatividad del artista”.
Entre las obras más luminosas de la exposición encontramos Bañista de sol, de Ramón León, que representa a una mujer deslumbrada por formas circulares y redondas con un corazón de luz; su cuerpo es de sombra. Con las aves del campo, de Víctor Argáez, está llena de pinceladas de colores que más parecen formas de cantos que de cosas, formas que son emociones y hacen de la vida un plumaje.
Uno de los cuadros más bellos de la exposición es Trazo, herida, grieta, llaga, de Aurora Caro, en la que un hombre hecho de barro, melancólico, está a punto de romperse en pedazos como si no tuviera sangre ni alma. Este hombre terrenal, insípido, hecho de pura materia, se encuentra, sin embargo, vinculado al recuerdo de un ser amado. Este recuerdo parece condenado a la lejanía y el encierro. Por otro lado, Xkumalo’ob, de César Celis, evoca una escena familiar con colores tan vivos que hacen pensar en una imagen desollada por la nostalgia. Un camino se abre entre estos colores.
La obra de Claudia Verónica Cimé Ku evoca imágenes cotidianas, tiernas, de una belleza profunda y clara como la infancia. Los cuadros de su autoría que podemos apreciar en el Museo de la Isla son Maternidad, Artesana y Jesi. Junto a estas obras encontramos las figuras creadas con cerraduras, cables y brochas por Roque Narváez, exponente del arte-objeto. Noche Alegre y Leyenda de Way K’eek son representaciones emotivas, casi soñadoras, del ser humano, que muestran una gran sensibilidad para trabajar con las cosas de todos los días y con desechos.
Los retratos de Juan Gabriel Noh Moo, sencillos y profundos, tienen una gran calidad expresiva. En cuanto a Mujer del sol, de Eugenia Cortés, representa a una mujer con piel de luz en medio del cielo. En A todo vapor, El artista y su modelo y Se plancha a domicilio, de Alejandro Quijano, la realidad fragmentada parece engañarnos, pero revela una estética que cuestiona al espectador.
Cava eterna, de Miguel Capellini, muestra a una mujer desnuda, desenfadada y regordeta que tiene algo de niña y posa sin pensar en su sensualidad. Esto evoca a muchas mujeres mexicanas que se olvidan de sí mismas por consagrarse a su familia. Esta exposición también incluye fotografías arraigadas a nuestra identidad que expresan con ironía la banalidad de nuestra existencia.
José Luis García, que también es Delegado Regional de la SOMAAP, afirmó que la pintura de su autoría expuesta actualmente en el Museo es un parteaguas en su carrera pictórica: “Significó un regreso a la infancia, a técnicas clásicas. Un artista nunca debe instalarse en un estilo. Mi última colección toca temas espirituales. Por primera vez utilizo el negro”, confesó el artista, quien había elegido para la ocasión un atuendo en el que predominaba el color negro. Mientras observaba su cuadro, obra llena de vitalidad, de fuerza, de colores que evocan que en el sueño estamos más vivos que en el día a día, afirmó convencido de la enorme trascendencia del arte en la vida de los seres humanos: “Debemos permanecer en la tierra, pero siempre encontrar un espacio para soñar”.
Invitamos cordialmente a nuestros lectores a recorrer esta breve exposición y a dejarse convencer de cuán imprescindibles son las expresiones artísticas para la comprensión de la existencia. Una sociedad que no aprecia el arte no tiene ideales ni dignidad.
La SOMAAP (Sociedad Mexicana de Autores de las Artes Plásticas) cuenta con treintaitrés años de existencia y surge con el fin de proteger los derechos de autor de los artistas plásticos. Esta sociedad ha sido impulsada por David Alfaro Siqueiros, Rufino Tamayo o José Luis Cuevas, entre muchos otros; y se encuentra afiliada a la Confederación Internacional de Sociedades de Autores y Compositores, con sede en París, Francia. En el sitio internet, se lee la siguiente frase, con la que probablemente Juan Rulfo o Silvestre Revueltas no estarían de acuerdo: “La SOMAAP ha existido y sobrevivido, durante más de 30 años, convencida de que la obra plástica es el elemento cultural y artístico más importante de un país. No solo porque refleja su realidad, su estado político y social y su carácter, sino porque el mundo entero capta y conoce la riqueza de un país a través de sus imágenes”. Todas las expresiones artísticas enriquecen a una nación, la forjan, la construyen, y hacen que los pueblos se enorgullezcan, se consoliden y luchen por mantenerse dignos. Al mismo tiempo, la SOMAAP combate la inclinación de algunos sectores de la sociedad por ver el trabajo del artista como un producto comercial con fines exclusivamente decorativos. “El arte debe estar comprometido con su tiempo”, declaró de manera contundente el pintor. “El objetivo del artista no debe ser darle gusto al burgués sino dar un rumbo a la sociedad. El arte da sentido a la existencia, porque es la representación más alta del ser humano. El pensamiento crítico que cambia al mundo no existe sin la creatividad del artista”.
Entre las obras más luminosas de la exposición encontramos Bañista de sol, de Ramón León, que representa a una mujer deslumbrada por formas circulares y redondas con un corazón de luz; su cuerpo es de sombra. Con las aves del campo, de Víctor Argáez, está llena de pinceladas de colores que más parecen formas de cantos que de cosas, formas que son emociones y hacen de la vida un plumaje.
Uno de los cuadros más bellos de la exposición es Trazo, herida, grieta, llaga, de Aurora Caro, en la que un hombre hecho de barro, melancólico, está a punto de romperse en pedazos como si no tuviera sangre ni alma. Este hombre terrenal, insípido, hecho de pura materia, se encuentra, sin embargo, vinculado al recuerdo de un ser amado. Este recuerdo parece condenado a la lejanía y el encierro. Por otro lado, Xkumalo’ob, de César Celis, evoca una escena familiar con colores tan vivos que hacen pensar en una imagen desollada por la nostalgia. Un camino se abre entre estos colores.
La obra de Claudia Verónica Cimé Ku evoca imágenes cotidianas, tiernas, de una belleza profunda y clara como la infancia. Los cuadros de su autoría que podemos apreciar en el Museo de la Isla son Maternidad, Artesana y Jesi. Junto a estas obras encontramos las figuras creadas con cerraduras, cables y brochas por Roque Narváez, exponente del arte-objeto. Noche Alegre y Leyenda de Way K’eek son representaciones emotivas, casi soñadoras, del ser humano, que muestran una gran sensibilidad para trabajar con las cosas de todos los días y con desechos.
Los retratos de Juan Gabriel Noh Moo, sencillos y profundos, tienen una gran calidad expresiva. En cuanto a Mujer del sol, de Eugenia Cortés, representa a una mujer con piel de luz en medio del cielo. En A todo vapor, El artista y su modelo y Se plancha a domicilio, de Alejandro Quijano, la realidad fragmentada parece engañarnos, pero revela una estética que cuestiona al espectador.
Cava eterna, de Miguel Capellini, muestra a una mujer desnuda, desenfadada y regordeta que tiene algo de niña y posa sin pensar en su sensualidad. Esto evoca a muchas mujeres mexicanas que se olvidan de sí mismas por consagrarse a su familia. Esta exposición también incluye fotografías arraigadas a nuestra identidad que expresan con ironía la banalidad de nuestra existencia.
José Luis García, que también es Delegado Regional de la SOMAAP, afirmó que la pintura de su autoría expuesta actualmente en el Museo es un parteaguas en su carrera pictórica: “Significó un regreso a la infancia, a técnicas clásicas. Un artista nunca debe instalarse en un estilo. Mi última colección toca temas espirituales. Por primera vez utilizo el negro”, confesó el artista, quien había elegido para la ocasión un atuendo en el que predominaba el color negro. Mientras observaba su cuadro, obra llena de vitalidad, de fuerza, de colores que evocan que en el sueño estamos más vivos que en el día a día, afirmó convencido de la enorme trascendencia del arte en la vida de los seres humanos: “Debemos permanecer en la tierra, pero siempre encontrar un espacio para soñar”.
Invitamos cordialmente a nuestros lectores a recorrer esta breve exposición y a dejarse convencer de cuán imprescindibles son las expresiones artísticas para la comprensión de la existencia. Una sociedad que no aprecia el arte no tiene ideales ni dignidad.
Por: Lourdes Rangel Angulo
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