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10 jun 2014

SIN TAPUJOS JUNIO 2014


Todos sabemos que en general los mexicanos recibimos remuneraciones irrisorias a cambio de un trabajo que muchas veces es realmente valioso para las empresas y el gobierno. En China, país que ha sido muy criticado debido a los bajos costos de la mano de obra, los trabajadores ya ganan mejor que nosotros. Sin embargo, no nos sorprende aunque nos insulta que algunos sectores de la población perciban salarios altísimos, muy superiores a los de sus homólogos en los países del primer mundo, y lo peor, por hacer un trabajo mediocre o muchas veces por no hacerlo. Recientemente se dio a conocer que miles de maestros ganan mucho más que la gran mayoría de los mexicanos y algunos incluso mucho más que el presidente; pero no se hizo un análisis del grado de estudios o preparación de estos codiciosos maestros porque sin duda nuestra indignación sería infinita. Estos salarios no son los únicos ofensivos para una sociedad que enfrenta dificultades crecientes de salud, y no vislumbra un futuro prometedor para los niños y los jóvenes.

Esta desigualdad es una cuestión de ética y una falta de sentido común ¿En verdad los seres humanos necesitamos miles y miles de pesos mensuales para ser felices y sentirnos plenos?, ¿los hombres más ricos del mundo serán también los que más disfrutan de la vida? En realidad, el dinero es un mal y no un bien. Si todos tuviéramos un techo, trabajo, comida y salud al alcance, poco nos importaría el dinero. Desgraciadamente, alguien decidió darle un valor a la vida, a la compañía, a los derechos, y esto muestra una falta de ética que no se limita a la sociedad mexicana.  Hace algunos días, se llevó a cabo un referéndum en Suiza. Se les preguntaba a los ciudadanos si estaban a favor de obtener por lo menos un salario mínimo de 3,270 euros mensuales,  el cual se hubiera convertido en el salario mínimo más alto del mundo. Los suizos votaron en contra a pesar de los enormes costos de la vida en este país. Esto nos lleva a una conclusión que no se limita a la situación de Suiza ni a la de nuestro país: el egoísmo, el miedo y la apatía reinan en el mundo. Si en el país europeo no votaron a favor de remuneraciones más elevadas es por miedo a que las empresas decidan, al no querer pagar más a los trabajadores, reducir el resto de los salarios o despedir a más empleados. En México, el problema es todavía más complejo. Desde la época colonial, se nos ha hecho creer que la riqueza no es para todos; que los de cierto origen no tienen otra opción y muchas veces no pueden aspirar ni siquiera a una buena educación que les permita mejorar su situación económica. Esto ha generado desprecio en unos y odio en otros. La corrupción y el crimen han sido para algunos el único medio para vencer la desigualdad social. 

A pesar de que nuestro estado es uno de los más atractivos a los ojos del turismo mundial y que muchas empresas ya empiezan a tener jugosas ganancias, las estadísticas dicen que los salarios de los quintanarroenses se encuentran entre los más bajos del país. Habrá que preguntarse la razón. Una de ellas puede ser que Quintana Roo es uno de los estados con menor nivel educativo. Probablemente por ignorancia no hemos explotado adecuadamente nuestros recursos naturales ni la riqueza histórica de algunos lugares. De hecho, el abundante sol que por momentos parece sofocante podría ser explotado y convertirse en un ahorro de millones de pesos. Sería extraordinario que empresarios y gobierno colaboraran en la instalación de plantas solares en todo el país. Si algún privilegio poseemos los mexicanos es la luz solar. En ese sentido, Quintana Roo es probablemente uno de los estados más favorecidos. Por otra parte, si nuestro conocimiento de la historia de Quintana Roo fuera más profundo, atraeríamos a turistas de mayor nivel cultural dispuestos a comprar artesanías, visitar sitios arqueológicos e invertir en cursos especializados sobre la cultura maya. Nuestro futuro es maravilloso siempre y cuando sepamos explotar todo lo que tenemos a través de la educación.

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